martes, 28 de junio de 2011

También sus cielos destilarán rocío

«También sus cielos destilarán rocío». Deuteronomio 33:28

Muchas veces el Señor nos compara con la planta que es cuidada, sustentada, regada por Él. Algunos simbolismos del Antiguo Testamento los explica el apóstol Pablo en 1 Corintios 10. 1.- Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; 2.- y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, 3.- y todos comieron el mismo alimento espiritual, 4.-  y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.


Lo que podemos entender es que; lo que aquí en este  pasaje es el rocío para la naturaleza, es lo que podemos entender que es la influencia del Espíritu Santo en el reino de la gracia.
¡Cuánto necesitamos ese Rocío Divino! Sin el Espíritu de Dios, somos una planta que se seca. Desmayamos, decaemos y morimos. ¡Qué grato es el fresco de este rocío! Desde que este rocío nos refresca (desde que Cristo llegó a nuestra vida), nos reanima y nos sentimos contentos, fortalecidos, gozosos.

No necesitamos otra cosa. El Espíritu Santo nos trae vida y todo lo que necesitamos para vivir. Sin el Espíritu Santo, todo es como nada: podemos oír, leer, orar, cantar, acercarnos a la mesa de la comunión,  es como nada si el Espíritu Santo no es el que le da el verdadero sentido. Encontramos bendición solo a través del Espíritu Santo todos los medios de gracia me resultan dulces y provechosos.

¡Qué promesa tan hermosa y grata para mí!... «Sus cielos destilarán rocío». Ser visitado por la gracia; nunca ser abandonado en mi sequedad natural, ni al calor abrasador del mundo, ni al soplo ardiente de la tentación. ¡Veamos ahora mismo el  rocío apacible, silencioso y bienhechor del Señor! ¿Y por qué no? Él me ha dado la vida y me ha hecho crecer como la hierba de los prados, me tratará como se trata a la hierba y me refrescará desde lo alto. La hierba no puede clamar por el rocío, como puedo clamar yo.

El Señor, que visita la planta que no pide, contestará a su hijo que le ruega que sea consolado, fortalecido, enseñado a través de su Santo Espíritu. Bendito sea mi Señor.

sábado, 25 de junio de 2011

Consideraciones Sobre la Posesión Demoníaca


Los poderes demoníacos asaltaron a la iglesia en el primer siglo y,
presumiblemente, continúan haciéndolo en esta época. A la luz de
ésto, ¿no es válido y necesario el ministerio carismático del
exorcismo?

Echar fuera a los demonios es ciertamente una característica central
de la actividad carismática, pero, en realidad, se contrapone a
muchos pasajes de la Escritura. Para comenzar, la Biblia enseña que
desde el advenimiento de Cristo, las personas no pueden ser
poseídas por demonioscontra su voluntad, sino sólo como el
resultado de su intervención y cooperación voluntarias con el mundo
de los espíritus. Así, la posesión demoníaca se ha visto grandemente
reducida en frecuencia, y está virtualmente confinada a los círculos
dedicados al ocultismo.

Sin embargo, los carismáticos ven posesiones demoníacas por todas
partes, y expulsan demonios fuera de personas que no manifiestan
ninguno de los ‘síntomas’ presentes en las descripciones bíblicas de
posesión, aparte de la reacción histérica ‘programada’ que es vista
algunas veces en adherentes carismáticos que están siendo
exorcizados.

Brevemente, el caso bíblico en contra de la posesión demoníaca
‘involuntaria’ es como sigue:

1) Jesús enseña que Su venida conduciría a un severo cese de los
poderes de Satanás para poseer a las almas (Lucas 11: 20-22; Juan
12: 31).

2) Los propios demonios estaban conscientes del inminente fin de su
libertad para poseer almas (Lucas 8: 28; Marcos 1: 24).

3) Se describe a los demonios como estando bajo cautiverio a partir
del Calvario, pues Cristo los ha despojado de su poder irrestricto
para poseer las mentes y las almas de las personas (Efesios 4: 8;
Salmo 68: 18).

4) Ninguna abierta manifestación de Satanás (ni de los demonios)
será permitida sino hasta el fin de los tiempos. Él debe operar
principalmente recurriendo al sigilo y a la clandestinidad y hacerlo
por medio de la tentación y de las mentiras. El diablo es forzado a
permanecer invisible en su operación. Ese no sería el caso si a los
demonios les fuera permitido “encarnarse” virtualmente en grandes
números de personas y hacerlo a su capricho (2 Tesalonicenses 2: 6-
8).


5) Las actividades realizadas por los demonios son descritas de
manera bastante concisa en varios pasajes del Nuevo Testamento, y
la ocupación de las almas no es una actividad registrada. Ellos
mienten, tientan, provocan discordia en la iglesia, hacen la guerra a
la iglesia, persiguen y buscan constantemente plantar doctrinas
falsas (por ejemplo: 1 Timoteo 4: 1; Santiago 3: 14-15; 1 Juan 4: 1-6;
Apocalipsis 12: 17).

6) Nosotros tenemos ciertamente el registro de los exorcismos que
fueron realizados como señales milagrosas por el Señor y Sus
apóstoles, pero no hay ni una sola palabra de mandato o de
instrucción que fuera dirigida a los ministros ordinarios y a los
creyentes, dándoles autoridad para exorcizar demonios. Tampoco se
menciona nada en las Epístolas Pastorales, ni en los extensos pasajes
de Romanos, Gálatas y Efesios que tratan con la actividad satánica y
con la tentación.

Concluimos que la posesión demoníaca es una forma
comparativamente rara de la tragedia humana. Si fuéramos
confrontados con un raro caso de posesión, ¿qué deberíamos hacer?
Deberíamos seguir el principio de que Cristo, el Señor, es el único
capaz de liberar al alma explotada y poseída, y debemos exhortar a
esa persona a que acuda a Cristo para ser liberada. ¡Somos tan
incapaces de liberar a un alma poseída por el demonio, como de
regenerar a un alma! Nosotros no podemos hacer nada, excepto
exhortar a hombres y mujeres que acudan a Cristo –el único Sumo
Sacerdote- para todas las aflicciones del alma.
Ningún creyente debería arrogarse para sí los poderes sacerdotales
de Cristo, buscando efectuar algún tipo de liberación. Ningún
creyente debería intentar interactuar personalmente jamás con un
demonio, pues hacerlo es una grave violación del mandamiento de
Dios que prohíbe comerciar y dialogar con las fuerzas de las tinieblas
(Levítico 20: 27; Deuteronomio 18: 10-12).

La enseñanza del Nuevo Testamento es que nuestra lucha contra
Satanás y sus huestes es un conflicto indirecto.
Nosotros no tocamos, ni sentimos, ni hablamos, ni nos enfrentamos
directamente con el enemigo, sino que luchamos usando la
armadura y el armamento que Dios provee (ver Efesios 6: 10-18).



Cuando nos tiente, nosotros debemos practicar los deberes
espirituales que nos protegen, y nos defendemos, no repartiendo
golpes verbalmente a los demonios, sino esparciendo el Evangelio y
ganando así los corazones de hombre y mujeres.

Muchos sanadores carismáticos piensan que el exorcismo es una
parte necesaria de la actividad de sanar, porque Satanás (o algún
demonio opresor) está detrás de toda enfermedad. Pero en ninguna
parte del Nuevo Testamento se dice que Satanás o los demonios son
responsables de la enfermedad, excepto en el caso de aquellas
personas que fueron plenamente poseídas por el demonio. En todos
estos asuntos la ‘nueva teología’ de los maestros carismáticos es
extremadamente superficial y los jóvenes creyentes necesitan ser
advertidos de ello.

¡Tenemos que recordar que la principal actividad de los demonios en
contra del pueblo de Dios ahora es infectar las iglesias con
doctrinas inventadas por demonios! ¡Qué terrible ironía es que
mientras Satanás obre sin obstáculos esparciendo la falsa enseñanza,
muchos miembros del pueblo de Dios estén combatiendo en la
batalla de hace 2,000 años ‘echando fuera’ a demonios imaginarios!

Tomado de: El fenómeno carismático, de Peter Master y John C Whitcomb,
Capítulo 16, The Wakeman Trust, Londres. Traducción de Allan Román